Comienza La máquina de las palabras:
«Es un extraño objeto diseñado por un soñador de realidades casi siempre inalcanzables, captador de sensaciones ocultas y sentimientos a flor de piel, con la ingenuidad de una mirada infantil y el sosiego de quien colecciona canas indelebles. El catedroscopio no consume otras energías que las que nacen del fondo del alma, de los recovecos del corazón, de los archivos cargados de recuerdos, de unas creencias que sobrevivieron a la incredulidad, de unos pasos sin rumbo fijo porque el horizonte ocupa todo el ancho de un folio en blanco. No contempla más censura que la del respeto a quien la vida le puso cerca, para compartir inquietudes o discutir puntos de vista. El catedroscopio es campana de amanecer, prismático de un día despejado y luz de faro en un mar con niebla. Nace con pretensiones que a buen seguro, irá limando el acontecer diario, las prisas del tren que no espera y la sonrisa cautivadora que es el primer síntoma de la soledad cuando deja de hacerse presente al abrir la puerta de casa.»